lunes, 14 de mayo de 2012

A veces el corazón deja de doler por cansancio, por comodidad, porque ya tuvo suficiente. Y entonces, busca descansar de esos malos ratos en la nada misma. Es un tiempo que media entre la cosecha y la nueva siembra. Primero se disfruta de la cosecha, o al menos se hace una parada para reflexionar qué salió bien y qué, mal. Después se limpia la tierra, se la ara, y se espera que llueva. Mientras, se eligen las mejores semillas, las que prometen buenos frutos. El momento es ahora; el lugar, el corazón.

Pero le puede pasar hasta al mejor agricultor, estar tan cansado que se deje estar. Que por un momento deje de tener ganas de volver a plantar. Y mire la mala cosecha, la media cosecha, la flaca cosecha, y se desanime. Y sin embargo, ame sus plantas, su tierra, su trabajo. Pero por el momento, no tenga ganas de buscar buenas semillas, ni medias semillas, ni flacas semillas. Solo quiere ver su tierra, así, desnuda, sin plantar. Y meditar al respecto, hasta hartarse y mirar el cielo desde su silla de mimbre. Y tal vez, si ese día le dan muchas ganas, seguir el vuelo de los pájaros con la mirada.

Aunque el reloj siga andando, aunque despacito.
Aunque la tierra siga firme y fértil ante el Sol.
Aunque las semillas esperen que las elijan y las hundan en un profundo sueño en el que se harán grandes y dejarán de ser semillas.
Aunque el corazón esté cansado.
Aunque te ame.



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