domingo, 19 de agosto de 2012

Amor, yo sé que tengo razón... y vos también.


Haile Selassie I


Sé que en mis ojos se ve algo profundo, algo tan profundo como he visto de frente en algunos ojos, más allá de los que veo en el espejo. Lo que sé con certeza, es lo indescifrable de esa profundidad. Sé que es braile para un vidente; chino básico para un argento; jeroglífico para un hombre común, corriente y contemporáneo. Lo sé y no lo niego.

Entiendo que leer a los otros cuesta, que sentir a los otros molesta. Porque cargo con el esfuerzo que esto implica, la molestia que me genera. Pero no puedo dejar de hacerlo. Y tampoco puedo disculpar la vagancia o la comodidad en el otro. Me llena de tristeza la barriga y me da una amargura que sube hasta mi garganta y se filtra por mis ojos en forma de lágrima.

Yo quiero que me quieran. Y entiendo que ese deseo es universal para todos los seres, humanos aunque sea. Algunos son divertidos; otros son charlatanes; otros, muy educados; otros, serviciales. Y aún el introvertido, el tímido, el malvado, el enojado, quieren que los quieran... pero les cuesta admitirlo.

Lo que no termino de entender es la insensatez. La falta de coherencia entre lo que uno siente y lo que uno expresa. Los motivos, el entusiasmo o la falta de él. Me cuesta comprender unos códigos de convivencia que venían ya pactados tácitamente antes que yo viniera al mundo, y que se fueron transformando hasta lo que son hoy. Y aunque acompañé ese cambio, no manejo correctamente esos códigos. O, al menos, estoy totalmente en desacuerdo y me niego a incluirlos en mi accionar.

Ya comprendí que no hay que hablar demasiado, ni ser tan sincera. A la mayoría de la gente no le gusta; y al que le gusta, te acepta, te quiere, pero no te recomienda. Estoy entendiendo que contrariar a las personas, aunque les pueda servir para revertir sus fallas, molesta.

Me doy cuenta que esa profundidad en mis ojos, desencanta. Por ser turbia, inacabable, complicada y latente. Sobretodo porque es latente. Porque intento que sea expresada, que sea dicha, que sea hablada. Desenamora, porque he perdido las pasiones que convertían una relación en una novela mejicana; y tal vez las novelas están a la moda. Se ha perdido el juicio o se lo ha tomado por escudo. Y me despojé de mi caparazón hace tiempo, aunque el mismo tiempo me quiera hacer construir otro.

¿Cómo se hace para hablar con el corazón y la razón sin ser denso?
¿Por qué no se puede imponer esa moda?

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